Otra de escapadas. Este sábado nos acercamos a Benicassim a pasar el día. No había estado aún y la verdad, no me disgustó, esperaba algo tipo Benidorm, pero no es así. El tiempo era excelente y estuvimos dando un paseo por la playa tostándonos al sol y admirando las magníficas villas que adornan la primera línea de la costa, lo que le da un toque más del norte de España que de la costa mediterránea. Es una pena ver el estado de alguna de esas casas y una envidia (no sana 😛 ) lo que producen otras. Nos tomamos unas cañas en el Hotel-Restaurante Voramar, abierto desde 1930, debió ser de los pioneros en temas hoteleros. Nos llamó la atención el restaurante del hotel, al parecer recomendado en la Guía Michelín, con precios aceptables en general, pero teníamos otra idea para la comida. Eso sí, he de reconocer el gesto de nuestro camarero de la terraza. Habíamos pedido unos mejillones tigres para acompañar nuestras cañas y literalmente se olvidó de servirlos. Tras disculparse amablemente y preguntarnos si aún los queríamos, le dijimos que sí, que no se preocupase, y que de paso trajese otro par de cañas 😛 . A la hora de pagar no nos cobraron los mejillones, el camarero nos trajo la cuenta y literalmente nos dijo “a los mejillones invita la casa y disculpen el olvido“. Chapeau. Y es que esos detalles apenas se ven ya en los bares y restaurantes. Entre esto y la buena pinta del restaurante, volveremos para probarlo, sin duda. Mientras tanto, una buena propina para el camarero.
Para comer habíamos fichado al bajar hacia la playa un sitio que nos embriagó por el olor a carne a la parrilla que había en toda la calle, Les Barraques (Gran Avenida Jaime I, 217 – A, Benicassim. Tel: 964 300 248). No tengo fotos del momento, pero el entrecot y la brocheta de solomillo de cerdo, fantásticos, así como el postre, flan de queso y crema catalana caseros. Todo ello a muy buen precio. Sin duda será el típico sitio que se ponga hasta los topes en verano, además parece ser que los arroces tienen bastante fama.
Tras reposar un poco la comida tomamos dirección al Desierto de Les Palmes, una estrecha carretera donde los carteles avisan ya de “provisional” 😐 . El acceso está, eso sí, bien señalizado.
El Desierto de Les Palmes es una pequeña sierra paralela a la costa entre Benicassim y Castellón. La ruta que hicimos son apenas 15km. La denominación de desierto proviene del nombre que le daban los monjes Carmelitas a las zonas dedicadas a la meditación y contemplación, y esta es una de ellas, no es que sea un desierto tal y como lo entendemos. La ruta está plagada de signos que demuestran que ésta era una zona de retiro espiritual.
En el primer tramo de la ruta, y a medida que ascendemos, divisamos unos restos que nos llaman poderosamente la atención. Son las ruinas del antiguo monasterio de los Carmelitas, ahora hay uno nuevo algo más adelante.
Tiene una pinta magnífica, lástima que no se pueda llegar, está completamente vallado y cerrado a cal y canto.
Continuando por la ruta llegamos al Castillo Montornés, o mejor dicho, lo que queda de él. El cartel que marca el desvío indica “1000m“. Creo que alguien no maneja bien las distancias 😛 .
La tarde era magnifica, así que, ni cortos ni perezosos nos animamos a llegar hasta la fortificación cruzando el camino que se ve en la foto de arriba. Tenía mejor pinta cuando comenzamos, pero está muy empedrado y hay zonas donde debes agarrarte para salvar algunos trozos del camino que, todo hay que decirlo, está perfectamente señalizado para llegar a… uno de los antiguos aljibes del antiguo castillo.
Y es que aunque parezca absurdo no encontramos la manera de subir hasta la fortaleza propiamente dicha, nos quedamos en los aledaños ya que el camino “oficial” no llegaba a la cumbre y no vimos ninguno “extraoficial” que lo hiciese. Una pena, las vistas desde arriba deben ser magníficas. Nos conformamos con ver los restos de la torre un poco más cerca.
De origen árabe (S.X), fue tomado inicialmente por El Cid en 1094 aunque sería, como no, Jaime I quien lo reconquistaría definitivamente en 1233.
Su situación de gran importancia estratégica para la defensa de la zona ya que dominaba un gran espacio marítimo.
Lo que sí veremos perfectamente son los restos de la antigua muralla.
Al final fue una horita de paseo entre ida y vuelta, no está mal después de la comilona.
A lo largo de toda la ruta puedes ver preciosas vistas donde las sinuosas montañas contrastan abiertamente con el Mediterráneo al fondo, los edificios de Benicassim y la Plana de Castellón. Los paisajes desde las alturas son magníficos.
La última parada de la ruta es la Ermita de la Magdalena, a los pies del Castell Vell, origen de la ciudad de Castellón. El domingo se celebraba la Romería de la Magdalena, fiestas patronales de Castellón, y ya tenían todo preparado para el gran día. No hay mucho más que decir. Lo que mejor pinta tiene son los restos del antiguo castillo, pero están completamente cerrados por restauración, con lo que nos quedamos con las ganas de verlo más de cerca.
Nuestra ruta termina en Castellón, donde tomamos la carretera de vuelta a Valencia.
Es una bonita ruta para hacer una mañana o una tarde no muy calurosa como fue nuestro caso. A mitad de camino tienes un magnífico restaurante donde puedes hacer una parada perfecta para comer tras subir al castillo. No hagas como nosotros que llegamos a tomar algo sin un euro en el bolsillo y tuvimos que pagar dos cocacolas con tarjeta 😛 .