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Castillo de Garcimuñoz

Últimamente hacemos bastantes viajes Valencia-Madrid-Valencia y nos hemos acostumbrado a buscar algún sitio que nos quede más o menos de camino para hacer una paradita a la vuelta, normalmente en domingo, y aprovechar el viaje y que no se nos haga tan pesado. En esta ocasión paramos en Castillo de Garcimuñoz (es el nombre del pueblo, no sólo un castillo), al ladito mismo de la A3 en el km.156, no hay que desviarse absolutamente nada. Habré pasado docenas de veces por ahí en los últimos diez años, habré mirado docenas de veces el cartel y nunca hasta ahora se me había ocurrido parar y ¡valía la pena!.

Castillo de Garcimuñoz es un pequeña localidad de la provincia de Cuenca de menos de 200 habitantes pero con un expléndido pasado de lo que da fé su impresionantre castillo que, aunque ruinoso hoy en día, demuestra que en su momento tuvo gran importancia. Hay que remontarse al año 1172 para comenzar a oir hablar del pueblo bajo su denominación árabe, Al-Borch Hamal, y es posible que hubiese una fortaleza inicial musulmana donde ahora está el castillo, pero no hay nada que lo demuestre.

Es a partir de su reconquista en 1177 por Alfonso VIII en su camino a Alarcón y Moya (de este último lugar os hablaré pronto) cuando comienza a hablarse en serio de Castillo de Garcimuñoz, nombre del caballero que acompañaba a Alfonso VIII y al que éste encomendó la tarea de repoblar y vigilar el castillo. Posteriormente pasa a ser parte del Señorío de Villena llegando a conseguir en 1322 la independencia como villa.

Desde entonces pasó por distintas manos a lo largo de su paralela historia con la de España, llegando a ser castigado por los Reyes Católicos tras haberse opuesto a la subida al trono de Isabel y haber apoyado a Juana La Beltraneja, hasta que en 1823 y tras la desaparición por ley de la jurisdicción de los señoríos pasando a la Hacienda Pública el cobro de tributos, cuando los Marqueses de Villena venden el Castillo.En 1708 la iglesia de San Juan Bautista y el cementerio se instalaron dentro del bastión, lo que ha ayudado a que la fortificación llegue hasta nuestros días.

Como curiosidad, Garcimuñoz se hizo mundialmente conocido cuando en 1479 Jorge Manrique fue herido de muerte en los alrededores del castillo, luchando contra el Marqués de Villena en nombre de Isable la Católica.El castillo es grandioso y espectacular, parece ser que sus muros tienen hasta tres metros de espesor, y digo parece ser porque hoy en día, aunque pertenece al ayuntamiento, es la Iglesia la que hace uso de él y el párroco el único que tiene llaves del mismo para poder visitarlo. Ahora vas y lo buscas :P. Preguntamos por él, pero no pudimos localizarlo, si vais y lo encontráis, quizás podáis visitarlo, no sé si vale la pena dado el estado en que se encuentra.

Aunque no se puede ver el interior, y aún así se supone que está completamente derruido, el exterior es impresionante, se conserva todo el perímetro formado por los muros y las cuatro torres circulares.

Tras dar una vuelta alrededor del castillo admirando sus cuatro muros, nos adentramos a dar un pequeño paseo por el resto del pueblo, declarado Conjunto Histórico Artístico. Nos sorprendío muchísimo, es un pequeño pueblecito pero para nada abandonado ni descuidado, todo lo contrario, casi todas sus calles y casas están bien restauradas y arregladas, dando un bonito aspecto al pueblo.

A ver, tampoco os esperéis algo del otro mundo, está bien y ya está, sin ostentaciones, sin grandes casonas y palacios (aunque alguna hay), simplemente un pequeño pueblecito manchego cargado de historia y bien restaurado.

A comer

Para comer fuimos de nuevo a la Hospedería Casas de Luján, y nos volvió a encantar, no sólo para comer, nos parece un lugar ideal para un fin de semana tranquilo y relajado con tu pareja. Lo mejor de todo es que esta vez tenían un menú especial anticrisis sencillamente espectacular (la carta, en general, se va un poquito de precio), entrantes variados de las distinas especialidades de la zona junto a buen entrecot, no impresionante pero suficiente para lo que estás pagando por el menú completo.

Ubicado en una antigua casa de labranza del s.XVI completamente restaurada, el restaurante es un lugar cálido y muy acogedor, las dos veces que hemos ido nos hemos sentido muy a gusto. Además el personal ayuda a que te sientas bien, profesionales, amables, educados y se preocupan lo justo para no caer en la pesadez.

Pan con tomate y unos entrantes sencillos mientras esperamos.

Entrantes variados, especialidades manchegas (morteruel, ajoarriero, queso manchego…).

Entrecot a la planchaY el postre, que no recuerdo como se llamaba 😛

Y ya está, de vuelta a casa que nos queda medio viaje todavía y mañana hay que trabajar. Si estais por la zona y os apetece, además de visitar Segóbriga os recomiendo el yacimiendo de Valeria, Belmonte o Villaescusa de Haro.